miércoles, 15 de abril de 2009

El Alquerque. - Alcaudete 1559

Martinillo “el careto” (IX)

Martinillo había observado a un grupo de canteros que trabajaban la mampostería de la torre de Santa María, que después de haber comido, se juntaban en corro para jugar a algo que él desconocía, mientras otros descansaban dormitando a la sombra de la iglesia. Por una causa o por otra nunca se había podido acercar para ver que hacían, pero un tórrido día de Agosto halló el momento propicio para llegarse a la reunión.


Ya se había percatado, tiempo atrás, del dibujo que ellos habían grabado sobre una de las piedras del pavimento, pero ni por asomo se le había ocurrido que semejante conjunto de rayas sirviese para jugar a nada.
El corro estaba formado por dos picapedreros que jugaban sentados en el suelo, alrededor del tablero hecho en la piedra y que movían una serie de fichas de piedra de color claro y oscuro. Otros tres que, también sentados, jaleaban los aciertos o errores de los jugadores y cuatro o cinco de pie que seguían los lances con curiosidad.
Martín se percató de que cada jugador tenía unas doce fichas del mismo color y que la finalidad del juego estribaba en apoderarse de las fichas del contrario, ganando el que lograba la mayor cantidad.



Poco a poco se fue aficionando y comprendiendo la estrategia que usaban para comer las fichas del otro jugador así es que en cuanto podía, asistía a estas partidas de forma discreta y sin incomodar a los canteros para que no le echaran con un coscorrón de la reunión. Había oído que el juego en cuestión era el alquerque y había conseguido intuir las reglas del mismo, pero para saciar su curiosidad, recurrió a preguntar a don Ramiro por semejante entretenimiento.

- Don Ramiro, ¿sabéis jugar al Alqueque?
- Cierto, aunque hace tiempo que no lo hago, incluso creo tener un tablero trasconejado por ahí.
- Y cuales son sus reglas.
- Pues verás, según creo este juego tuvo su origen en Egipto, pues sobre los bloques de piedra que forman parte de algunos templos egipcios, se pueden ver diversos tableros tallados, muy parecidos al que los canteros han hecho al lado de la torre de Santa María y que de seguro habrás visto. Parece ser que fueron los moros quienes lo introdujeron en estas tierras con el nombre de “el-quirkat”, y hasta el rey sabio don Alfonso X ha escrito, hace unos tres siglos, sobre esta forma de juego en su famoso Códice del Ajedrez.
Hay distintas formas de tableros pero el que más se usa por aquí es uno cuadrado que tiene 5 puntos por 5 puntos con líneas entre ellos para indicar los movimientos permitidos. Se juega con 12 fichas oscuras y 12 fichas de color claro de modo similar al juego de las Damas. Las fichas pueden ser de cualquier forma, pero generalmente son fichas redondas aplastadas como un disco pequeño. El objetivo primordial del juego es tomar todas las fichas del oponente y lograr que el oponente no pueda mover sus fichas.


- ¿Por qué se echa a suertes quien comienza el juego?
- Así se decide quién juega primero, porque se sabe que el jugar primero es desventajoso debido a la falta de opciones. El jugador que juega con las fichas oscuras las coloca en los 10 puntos de las dos filas más cercanas a él y los 2 puntos más a su derecha de la fila del medio. El otro jugador ubica las fichas claras del mismo modo. Esto deja solamente el punto del medio sin ficha.
Los jugadores se turnan para mover una de sus fichas, que puede moverse solamente a lo largo de las líneas del tablero. Por cada turno una ficha hace un movimiento de captura o un movimiento ordinario.

- ¿Que es un movimiento ordinario?
- Un movimiento ordinario se hace simplemente moviendo una ficha a lo largo de una línea a un punto adyacente. Cada vez que una ficha tiene otra del oponente al lado de ella y el punto inmediatamente al otro lado de la ficha oponente está libre, se la puede “comer” o capturar. Una ficha se puede capturar sencillamente saltando sobre ella al punto libre y sacándola del tablero. A diferencia de un movimiento ordinario, un movimiento de captura puede consistir en varios saltos, o sea que si una ficha toma una oponente y la nueva posición permite tomar otra ficha, entonces se puede hacer sin más, hasta que no haya más opciones de captura o cuando el jugador, que puede comerse más fichas, decide no hacerlo.


- ¿Y quien gana?
- Gana el juego el jugador que primero consigue “comerse” todas las fichas del contrario o el que tiene más fichas cuando se ve que no se pueden capturar más fichas. También es posible ganar haciendo que el otro jugador no sea capaz de realizar movimientos.
- Se puede mover para atrás?
- Ni hablar, una ficha no puede moverse hacia atrás, solamente hacia los costados, hacia adelante o en forma diagonal, siempre en dirección al oponente. Una ficha que llega a la fila más cercana al contrario solo se puede mover capturando hacia derecha o izquierda.
- ¿Y como se empata?
- Pues ocurre un empate, cuando los jugadores lo acuerdan, en cualquier momento, durante el juego. Si se ve que no se pueden tomar más fichas y ambos jugadores tienen la misma cantidad de fichas, se acuerda también el empate. Los empates ocurren con mucha frecuencia. - Es divertido don Ramiro, a ver si encontráis el tablero y hacemos alguna partida.
- Todo se andará rapaz.

El Basilisco.- Alcaudete 1559

Martinillo "el careto" (VIII)

- Careto al lado de mi posada ha salido un basilisco.
El que así hablaba era Nuño “ el Pecas”, amigo de Martinillo y que vivia en la posada que su padre regentaba a la salida de Alcaudete, en el camino de Martos, cerca de la ermita de San Sebastián y poco antes de llegar al Pilarejo.
- ¿Un basilisco? Si ese bicho no existe Nuño.
- Si, si, que no existe, pregúntaselo a Natividad, que su hijo la va a palmar si no matan al bicho.
Así era. Natividad, mujer viuda que asistía a la madre de Nuño en las labores de la posada, y que vivia, pared con pared del mesón, en una casita aledaña, estaba muy preocupada, su hijo de tres años estaba débil y endeble, al parecer, porque un basilisco le estaba sorbiendo la esencia y el aliento, así es que el pobre niño estaba casi sin saliva y tosía continuamente de forma seca y ruidosa.
Los vecinos se habían unido en cuadrillas para atrapar a la bestia y todos los atardeceres intentaban acabar con el basilisco, pertrechados de trozos de espejo y agua bendita bien caliente.
Todos decían que el basilisco se oculta durante el día en los huecos de la bodega o del subsuelo de la casa para salir cuando todos duermen y esto se sabe porque emite un cansino y hechizante canto parecido al del gallo, pero más suave, que adormece mucho a los que ya descansan. Así se introduce con todas las precauciones en los dormitorios, para absorverles el aliento y succionarles la saliva a los confiados durmientes.
El pequeño de Natividad, había perdido el apetito y enflaquecía cada vez más y más. Tenía mucha tos, y su carita estaba pálida y demacrada.
Martinillo y el Pecas quisieron participar en la búsqueda del basilisco pero cuando propusieron tal cosa recibieron por respuesta sendos coscorrones y se les mandó a su casa de inmediato.




Un ciego cantor de romances les contó en la posada de Nuño que los basiliscos son monstruosos reptiles con un gran poder mortal, sin embargo no son animales muy grandes, tienen escamas normalmente pardas o verdes y cuatro garras parecidas a las de los gallos. En la cabeza tienen una gran cresta, dos alas como las de los murciélagos sobre el cuerpo y una crin de plumas negras que le recorre todo el dorso.
- No debéis mirarle a los ojos nunca, su mirada es tan fuerte y destructiva, que puede mataros. Si decidís atarcarle, tomad precauciones para que no os salpique su sangre que es muy ácida y produce quemazones. Cuidad que no os muerda, ya que son muy venenosos...
- si no nos dejan que nos acerquemos...
- Pues mejor para vosotros, hacedles caso. Sabed que el basilisco nace en noche de luna llena, a la hora de maitines, de un huevo pequeño y esférico, puesto por una gallina vieja mudada a gallo. Este pequeño huevo tiene la cáscara rugosa y debe ser quemado hasta consumirse en cuanto es encontrado, pero si no es así, de él nace un gusanillo colorado que se aposenta debajo de las casas, y en menos de un año, llega a tomar la forma adulta del basilisco.
Las cuadrillas no daban con el bicho y el chiquillo de Natividad estaba cada vez peor, aunque se había llenado la estancia donde dormía el rapaz, con toda suerte de trozos de espejos y cabos de vela encendidos para intentar que el basilisco viera reflejada su imagen, entonces moriría de seguro. Pero al no ocurrir esto, algunos empezaron a proponer que se debía meter fuego a toda la casa para eliminar el mal.
Una tarde, Martín y el Pecas que frecuentaban la posada todos los días, estaban escuchando al ciego trovero cuando entró Natividad gritando medio histérica.
- Bendito sea San Trifón que me ha amparado en mis súplicas, ¡El basilisco se ha derretido!, ¡se ha derretido!.
Todos corrieron a la casa y alli pudieron ver una gran mancha de un líquido pegajoso y de tonos verdosos ante uno de los espejos que había en la habitación. Y es que según les había dicho el trovero eso es lo único que queda de un basilisco que ve su imagen en un espejo. El niño mejoró aunque un mes después de estos hechos murió de unas diarreas que cogió, vaya usted a saber por qué.

continuará...