martes, 12 de agosto de 2008

San Wenceslao.- Alcaudete 1559

Martinillo “el careto” (V)

Martinillo había entrado en la estancia de don Ramiro. Sabía que no tardaría mucho en llegar de palacio y se dispuso a esperarlo como tantas veces hacía. Al fondo de la sala había un bargueño un poco deteriorado que contenía documentos y otras pertenencias de gran valor para don Ramiro, por tal motivo estaba permanentemente cerrado y solo podía ser abierto por la llave que siempre portaba al cinto.
Sobre este mueble, a la derecha, había un vetusto velón de bronce con cinco leones que su servidumbre encendía todas las tardes a la caída del sol y solo se apagaba cuando don Ramiro se retiraba a descansar bien entrada la noche. A la izquierda del velón había un soporte de madera que sujetaba un casco de guerrero del que pendía una cota de malla dorada para proteger el cuello de quien lo llevase. Martín estaba fascinado con este casco y siempre que don Ramiro no estaba se dedicaba a acariciar la cota que relucía brillante con la luz del velón.
-Martín deja eso.- oyó a sus espaldas
-Perdone don Ramiro, que no le he oído entrar- respondió Martín
- ¿Cómo te ha ido hoy con fray Servando?
- Muy bien don Ramiro, dice que me va a enseñar a hablar en francés.
- Eso esta bien rapaz.
Martinillo contemplaba como el hidalgo se desembarazaba de la capa y dejaba apoyada sobre una esquina la espada.
-Este es un hermoso casco don Ramiro y en todo palacio no he visto otro igual ¿lo consiguió fuera de España?.
Don Ramiro esbozó una sonrisa y dijo:
- Ven aquí Careto que te voy a contar una historia.
Martín se colocó a los pies de don Ramiro y prestó atención al relato de su tutor.


- Ese casco que ahí ves es uno de los tres cascos iguales que poseía San Wenceslao de Bohemia y me fue regalado por su majestad don Fernando I de Habsburgo en la ciudad de Praha a las orillas del río Moldava.
En Agosto del año 1530 fui comandado por su majestad Carlos V (q.e.p.d.) para marchar en un largo viaje a Bohemia, regida por su hermano Fernando I de Habsburgo desde el año 1526 y asistir como observador, en octubre de mismo año, a una embajada que se iba a mandar a Estambul, al frente de la cual fue el chambelán de Croacia Nicolás Juritchitch.
Los otomanos nos trataron mal y no tuvo ningún éxito la reclamación que se les hacía sobre Hungría. Y aunque la embajada había sido dispuesta por el rey de Bohemia don Fernando, nos tildaron de ser simples portadores de los intereses del imperio español.

Antes de volver a España para informar del fracaso de la embajada, fui recibido por su majestad don Fernando, que me agradeció los servicios prestados, regalándome el casco y haciéndome portador de una carta y otros despachos para su hermano el rey de España que era por aquel entonces don Carlos, el padre de su majestad Felipe II, que Dios guarde.
- ¿Y quien era ese santo Wenceslao que tenía tres yelmos?- preguntó Martín.
- Era un rey, un rey santo que murió en olor de santidad y mártir. - Respondió don Ramiro.
- Nunca había oído hablar de él, ¿También era de Bohemia?
- Si, de allí era, pregúntale a fray Servando y te contará que su festividad se celebra el 28 de Septiembre y que es el patrón de todos los pueblos de Hungría, Transilvania y Bohemia y que su nombre quiere decir “el más glorioso”.
- Y ¿porqué sufrió el martirio?
- Pues verás eso es más largo de contar; era Wenceslao hijo del duque Vratislao que regía en Bohemia. Fue educado por su abuela, la santa Ludsmila, que puso todo su empeño por hacer de él un buen católico, cosa que no ocurrió con su hermano Boleslao que lo educó su madre, fanática anticatólica, y que hizo de él un ser vil y ruin.
Desde pequeño tuvo una gran devoción por la Virgen María y se esmeraba en cultivar el trigo con el que se hacían las santas hostias, y las uvas con las que se obtenía el vino para la Misa.
Siendo todavía muy pequeño, perdió a su padre el duque en una batalla. Su madre continuó su gobierno, pero por perseguir a los católicos, hubo un levantamiento popular que puso a Wenceslao, como hijo mayor, al mando de la nación.
Aconsejado por Ludsmila, su abuela, el joven Wenceslao derogó las leyes anticatólicas que se habían aprobado en el mandato de su madre, y se esmeró en hacer todo el bien posible para sus súbditos.
Su hermano, con el consejo de su madre, quiso derrocarlo y para ello le pidió que fuese a la ciudad de Boleslavia para celebrar la fiesta de los santos patrones, San Cosme y Damián. Boleslao se deshizo en halagos y atenciones, pero al día siguiente, el 28 de septiembre del año 938 fue vilmente asesinado por su hermano y otros secuaces cuando se dirigía al templo.
Las gentes que visitaban su mausoleo empezaron a correr la voz de que obraba milagros y su fama de santo corrió de boca en boca durante muchos años.
- Pues si ese casco ha sido llevado por un santo…puede que sea una reliquia- musitó Martinillo.
- Ahora comprenderás porqué le tengo en tanta estima y porqué lo llevo en tan especiales ceremonias y aconteceres. Pero basta de cháchara por hoy y a dormir rapaz, que ya es noche cerrada y el ama empezará a chistarte de un momento a otro.

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